09 agosto, 2008

Popcorn


No merezco el perdón de nadie, no... de nadie.
Si el infierno no existe, por favor Dios crea uno exclusivamente para mi.
Voces que me atormentan, son las de mi conciencia.
El diablo solo me toma en cuenta para destruirme sicologicamente.
¿Por qué me resulta fácil hacer cosas que no son correctas y conseguir que otros se sientan culpables por mis errores?
El problema viene del metro cincuenta y cinco al metro metro sesenta y siete.

Un cubo blanco, un gran cubo blanco que flota el el infinito espacio negro y un punto diminuto... yo. Un sonido que nadie ha oído, un sonido que me parece agradable se acerca, cada vez se oye mas fuerte, me veo de fuera, estoy desnudo. El sonido se hace insoportable, el cubo se ilumina y quedo ciego. Caigo, esta frío, mil imágenes atraviesan mi cabeza y ninguna de ellas quiero recordar, son horribles, comienzo a gritar, sudar, temblar, mis oídos sangran, me revuelco como un animal, una verdadera tortura. Me intento levantar pero me vuelve a tirar, me arrastro como puedo hacia la orilla pero es inalcanzable, no me rindo, jamás lo he hecho... hasta ahora. El cubo se ilumina mas, estoy ciego pero aun así lo percibo, comienza a absorber mi sangre, mi espíritu, se vuelve rojo, un rojo intenso, va a explotar y cuando al fin lo hace queda mi cuerpo sin vida en el vacío. Comienzo a caer, cada vez mas deprisa, me quemo, es como si lijaran mi cuerpo, como rasparse la palma de las manos contra el suelo, pero esta sensación esta en todo mi cuerpo, ya no lo soporto mas y me comienzo a desintegrar... qué sensación! Ser miles de partículas y no pertenecer a ningún lugar.
Cuando ya todo esta por terminar, juntan y recojen mis partícuas, las colocan en un reloj de arena, en un reloj de arena donde hay cientos de partículas más. El reloj de arena se comienza a alejar, a alejar y a alejar y me doy cuenta que soy solo cinco segundos más.